Sigmund Freud, Wilhelm Fliess, el supuesto reflejo nasogenital y el caso de Emma Eckstein (II)

mJnzPrzMbbzd8qq3gdwZ2ArH_400Fliess, como otorrinolaringólogo, era conocedor del tejido eréctil nasal y su relación con la sexualidad. Su vasta experiencia clínica le permitió reconocer que ese tejido se ve tumefacto con la estimulación erótica, o en las mujeres durante el embarazo y la menstruación; en algunos casos el sangrado nasal ocurre con cíclica regularidad, como si se tratara de una menstruación vicaria. Probablemente estaba también enterado de que en raros casos la incapacidad de percibir olores (anosmia) coexiste con una libido congénitamente disminuida y órganos genitales poco desarrollados conocido como Síndrome de Kallman.

Freud veía el origen de las neurosis en memorias de la infancia, conflictos sexuales, sueños, deseos reprimidos, etc., y era propenso a desarrollar métodos terapéuticos basados en el habla: quería movilizar, mediante conversaciones, las fuerzas mentales del propio enfermo como recursos contra el padecimiento. Fliess, aunque cultísimo y elocuente, era, al fin y al cabo, un cirujano y, como tal, proclive a conceder mayor peso a las anormalidades concretas y tangibles del cuerpo humano: lo que puede verse, tocarse.

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De las conversaciones y correspondencia entre estos dos hombres nació la teoría del “reflejo nasogenitalcomo proceso fisiológico crucial en la etiología de las neurosis. Freud se ocupaba de las perturbaciones psicológicas de sus pacientes, pero los derivaba a Fliess para el examen físico clínico y el diagnóstico diferencial de la enfermedad. La influencia de este último sobre el psiquiatra era enorme. Se dice que Freud no tomaba ninguna decisión importante sin antes consultar a su amigo al cual respetaba con admiración, impresionado por las ideas que refería. Pensaba que el doble asedio de las neurosis, por vía psíquica y física, terminaría por erradicarlas. Mediante esa doble actuación, decía, “el problema de las neurosis pronto estaría resuelto”.

Con el beneplácito de Freud, Fliess empezó a tratar a los neuróticos con aplicaciones intranasales de cocaína. Si como ellos creían el “reflejo nasogenital” era clave en la génesis de la afección neurótica, pensaron que anestesiar su sitio de origen y así suprimir sus ulteriores consecuencias era lo plausible a llevar a cabo. Esta terapia funcionó bien, los pacientes tratados en esa forma se sintieron mejor.

Sin embargo, el cirujano quería resultados definitivos, no solo parciales o temporales. Si la mejoría fue transitoria, y para ello creía que lo conveniente era aniquilar de forma permanente el tejido culpable. Para no tener que repetir la aplicación intranasal de cocaína, Fliess decidió cauterizar el tejido nasal de sus pacientes, llevado a tal efecto mediante la introducción de alambres y el paso de una corriente eléctrica suficientemente potente para quemar el tejido eréctil nasal.

Aún así, algunos pacientes tuvieron recaídas y Fliess optó por la cirugía radical, es decir, quitar gran parte parte de la pared interna de las fosas nasales, incluyendo el hueso. Fliess comentaba que dicha intervención era algo “perfectamente tolerable por el paciente”.

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Los métodos terapéuticos de Wilhelm Fliess fueron teniendo cada vez más repercusión y fueron ganando adeptos llegando a ser tal práctica utilizada con cierta regularidad para diferentes cuadros médicos de supuesta índole nasogenital.  Quién sabe cuántos pacientes habrían sido tratados con extirpación quirúrgica de la pared nasal, a no ser por un caso desafortunado que interrumpió la corriente ponzoñosa de dicha praxis. El caso de Emma Eckstein.