10 años de 'John Carter', el más bello y maravilloso desastre espacial de Disney

Andrew Stanton intentó traer al cine a John Carter, el héroe primigenio de la cultura popular creado por E.R. Burroughs. El resultado, un desastre en taquilla, merece la pena ser revisitado y reevaluado.
John Carter
John Carter
Cinemanía
John Carter

Hollywood en general y Disney en particular no han tenido ni mucho tino, ni mucha suerte al intentar traer a la pantalla grande -sobre todo en las últimas décadas- a los personajes surgidos de las novelas pulp y de sus continuadores espirituales, los héroes de las tiras de prensa. 

Exceptuando la saga de Tarzán protagonizada por Johnny Weismuller (adaptación muy sui generis de los relatos originales de Edgar Rice Burroughs) o Conan el Bárbaro de John Milius, el resto de obras que se han intentado aproximar desde el celuloide a esos personajes que fueron punto de partida del universo superheróico y lo que llamamos a día de hoy cultura pop, han acabado mordiendo el polvo en la taquilla y en el recuerdo de los aficionados.

Ya sea ese Príncipe Valiente de cartón piedra, dirigido por Henry Hathaway, que flaco favor le hacía a la inconmensurable obra magna de Hal Foster, el Flash Gordon de Mike Hodges -ahora convertido en pieza de culto camp-, las simpáticas pero irregulares La Sombra de Russell Mulcahy y The Phantom de Simon Wincer o, ya en terreno Disney -bajo su sello “adulto” Touchstone Pictures- el Dick Tracy de Warren Beatty o The Rocketeer de Joe Johnston.

Ninguna de ellas consiguió el éxito de público y crítica que las adaptaciones de sus sucesores espirituales, ya fueran los Batman de Tim Burton o el Superman de Richard Donner. Pero ninguna de ellas provocó un sismo tan gigantesco en un estudio como Disney -provocando la dimisión de Rich Ross, jefe de Disney Studios- y la absoluta indiferencia de la audiencia como fue el John Carter dirigido por Andrew Stanton.

100 años de John Carter: del pulp a la gran pantalla

John Carter
John Carter
Cinemanía

John Carter, el aventurero interdimensional creado por Edgar Rice Burroughs y cuya primera aparición data de 1912, en la novela Una princesa de Marte, la primera de las once novelas que componían la saga marciana del también autor de Tarzan, había estado en la mira de Hollywood desde los años 30, cuando el animador Bob Camplett intentara, con poco éxito, llevar a cabo una versión animada de estilo cercano al serial animado de Superman creado por Max Fleischer.

Hubo otras intentonas tan sugerentes y suculentas como la de finales de los 80, con John McTiernan y Tom Cruise (que no salió adelante cuando McTiernan se dio cuenta de que la tecnología no permitía trasladar en toda su gloria los mundos y el universo imaginado por Burroughs) o el proyecto de principios de los 2000 en el que estaba involucrado Robert Rodríguez como director y que habría tenido como diseñador de producción a ni más ni menos que al ilustrador Frank Frazzetta, icono de la fantasía heroica, tras ser el encargado de crear la impronta visual definitiva de Conan el Bárbaro en los años 60, en las portadas que ilustraban la reedición en formato paperback de todos los relatos de Robert E. Howard.

No sería hasta que Andrew Stanton pusiera su mirada en la obra de Burroughs que el proyecto volvería a salir adelante. Un proyecto que Disney aceptaría con reticencias, porque aunque Stanton le había dado al estudio dos de sus mayores éxitos, tanto de taquilla como de crítica -los éxitos casi consecutivos de Buscando a Nemo y Wall·E- los ejecutivos de Disney estaban preocupados por varios motivos. 

En primer lugar, porque no estaban seguros de la capacidad de Stanton de dar el salto de la animación a la imagen real, en especial con una película de esa envergadura presupuestaria, pero sobre todo porque no quería elegir actores populares para la pareja protagonista (John Carter y Dejah Thoris) y que el guion realizado por Stanton era algo complejo y difícil de seguir.

Pulp y cine familiar: una fusión imposible

John Carter
John Carter
Cinemanía

El resultado de la película, revisada 10 años después de su estreno, confirma sus puntos fuertes, pero también sus puntos débiles. Stanton da el salto a la imagen real con la misma fuerza y resultados que en sus trabajos animados. La dirección de Stanton, que se mira indistintamente en la obra de John Ford y en el tándem conformado por Spielberg y Lucas, ofreciendo una obra de factura clásica, alejada de los efectismos y los montajes epilépticos del cine comercial contemporáneo, que sobresale por su excelente interacción entre imagen real y animada, en la que quizá es uno de los mejores ejemplos del cine digital de los últimos 20 años.

Además, la puesta en escena de la cinta, realzada por la memorable partitura de Michael Giacchino (quizá el compositor contemporáneo más cercano a la sensibilidad de orquestación clásica de John Williams) da como resultado una película de aventuras a la antigua usanza, donde el espíritu del matinée y el serial basado en el cliffhanger se deja entrever en fastuosas secuencias como el sacrificio épico de Carter frente a una horda de enemigos, entrelazado por flashbacks de su tragedia familiar en la Tierra. Casi un retablo en movimiento de las pinturas de Frank Frazzetta y perfecta traslación en imagen en movimiento de las portadas de las revistas pulp en las que se inspira.

Pero también es cierto que algunos de los miedos de los ejecutivos estaban bien fundados. Ni Taylor Kitsch, ni sobre todo Lynn Collins, dan la talla como sus émulos en la pantalla, John Carter y Dejah Thoris. El primero, porque le falta la corpulencia, la presencia y el carisma necesario que un personaje de estas características necesita. Y la decisión de Stanton de elegir a Lynn Collins, de belleza fría y distante, además de sus limitados recursos interpretativos, aleja al personaje de la voluptuosidad característica del personaje de la versión original.

Algo parecido a lo que ocurriera en la adaptación de Rocketeer, cuando el personaje interpretado por Jennifer Connelly pasó, en su traslación a la pantalla grande de femme fatale heredera de Bettie Page a morena virginal para alcanzar la calificación para todos los públicos.

En tierra de nadie

John Carter
John Carter
Cinemanía

Y posiblemente ese sea el mayor problema de esta traslación y la de todos los intentos de Disney de acercarse a estos personajes de principios de siglo en sus versiones posmodernas. El Dick Tracy de Beatty homenajeaba de manera impecable el espíritu cartoonish del tebeo original de Chester Gould, pero limitando su violencia gráfica, cercana a las gangster movies de Warner de los 30; y la versión de Rocketeer de Johnston limaba su mirada cínica hacia el mundo que homenajeaba. Y a John Carter le ocurre algo parecido.

La mirada desde la animación de Stanton al universo de Burroughs, adolece de la ferocidad y salvajismo de toda esa generación pulp. Lo que debería ser un espectáculo de espada y brujería, de aguerridos guerreros, inundados de sangre, sudor y arena -algo que Milius si que supo trasladar en su Conan- aquí queda diluido ante un relato de aventuras más que eficiente, pero que no se atreve -por esa pretensión del estudio de ofrecer única y exclusivamente entretenimientos familiares- a trasladar en toda su esencia las novelas de Burroughs.

Una pena, porque el cariño de Stanton, su habilidad para recrear atmósferas y mundos -apoyado en dos artistas visuales, Ryan Church y Erik Tiemens, no lo suficientemente reconocidos (ambos fueron los encargados de los diseños conceptuales de El ataque de los clones, con la que guarda muchos puntos en común)- y la intención de entregar un trabajo comercial alejado de los cánones imperantes de la época, queda lastrado por esa sensación de que la cinta nunca consigue alcanzar su verdadero potencial, convirtiéndose en una pequeña joya irregular, que debería haber merecido mejor suerte.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento