Los patógenos son bacterias, virus, nematodos y hongos. Los insectos, al igual que los seres humanos y las plantas, pueden infectarse con patógenos que causan enfermedades. Los patógenos de los insectos generalmente matan, reducen la reproducción, ralentizan el crecimiento o acortan la vida de un insecto plaga. A diferencia de los insecticidas químicos, los insecticidas microbianos suelen tardar más en matar o debilitar a la plaga objetivo. Pero en determinadas condiciones, como una alta humedad o una elevada población de plagas, estos patógenos pueden provocar brotes de enfermedades que diezmen una población de insectos. Los patógenos son más eficaces cuando las poblaciones de plagas son muy elevadas. Los patógenos son difíciles de gestionar porque su presencia y eficacia dependen en gran medida de factores como una temperatura moderada y una humedad elevada. Durante la estación seca, por ejemplo, casi nunca se verán pulgones muertos por un hongo, porque ese hongo necesita una alta humedad para sobrevivir y propagarse. La mayoría de los patógenos son demasiado pequeños para ser vistos por los ojos humanos. Sólo los síntomas que causan los patógenos de los insectos pueden verse con los ojos: por ejemplo, un insecto muerto cubierto de esporas de hongos como "pelos" o "polvo" o un insecto muerto que es negro y derrama líquido fuera del cuerpo.